No hay ni a cuál perfil irle. Tan bello es el que tiene el cutis ajado, como el que recién se ha sometido a una cirugía estética.
Quienes gusten de mirar en una sola toma el antes y después de una fachada al estilo "extreme makeover" deben ir cuanto antes al barrio de San Felipe, en Panamá, mejor conocido como el Casco Antiguo, pues está siendo remozado discreta pero vertiginosamente.
Intimidante. sí que lo es. Durante años ha luchado contra el abandono y la delincuencia. Incluso, muchos de los que por ahí pasan se conforman con sacarle un par de fotos cuando van de city tour. Y es que tarde se les hace para ir a derrochar sus horas y dinero a los menos atractivos centros comerciales y casinos panameños. Aunque nunca faltan quienes prefieren perderse por sus estrechas y adoquinadas calles. Deber es decirlo, el casco "le hace el fuchi" a los simples turistas pero adora a los viajeros.
Conjunto Monumental Histórico de Panamá desde 1976 y declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1997 es zona de casas coloniales y francesas. Por sus plazas y banquetas lo mismo se escucha el eco de algún reguetonero que el susurro de las indígenas kunas vendiendo sus famosos textiles.
Consentido de bohemios y artistas como Rubén Blades, Bleids como le dicen los panameños, quien como ministro de la Autoridad de Turismo de Panamá (ATP) hasta mediados de 2009 le dio un nuevo aire a la zona creando programas como el llamado "Por una esperanza", con el que logró convertir a jóvenes pandilleros en guías de turista. Y vaya que "la vida te da sorpresas....", aunque el proyecto terminó, aún es posible toparse con algún ex Pedro navajas que cambió el puñal por las clases de inglés, turismo e historia.
Hoy, la zona es muy segura pues hay una presencia constante del Servicio de Protección Institucional (SPI) y de la Policía de Turismo. Además, la Oficina del Casco Histórico fomenta programas como "Revive el Casco". Qué mejor que conocer la historia de la mano de quienes tienen viviendo más de medio siglo en San Felipe o de estudiantes que participan en la rehabilitación de sus edificios.
La vida simple enmarca al casco, quién sabe cómo se volvió tan cool. Para tener una buena perspectiva hay que subirse a la azotea de ese hospedaje boutique ubicado en el Edificio Art déco. Y, desde ahí, escuchar el griterío de los niños, el maullido de los gatos, las notas de jazz y el contrapunto dado por las máquinas constructoras. También hay que mirar, por un lado, las embarcaciones haciendo fila para cruzar el canal y, por el otro, los tejados que se caen a cachos, la iglesia que sigue en pie y los rascacielos que emulan al Miami o Dubai latinoamericano. Y, aunque la tentación de ir hacia ese "Wall Street" sea tan grande como las inversiones de Donald Trump, primero hay que escudriñar al rostro más genuinamente panameño de Panamá.
BORDANDO HISTORIAS
Los kunas son el grupo étnico más numeroso de Panamá y habitan en Kuna Yala, comarca ubicada en la parte oriental del caribe panameño. En esta zona de virginal belleza se puede entablar contacto con las mujeres kunas, quienes confeccionan las famosas molas.
Mola significa en lengua kuna "ropa" o "blusa". Estos tradicionales textiles son cosidos a mano en varias capas utilizando técnicas de bordado inverso. Los diseños se van formando al cortar diferentes partes de cada capa. Su elaboración puede tomar desde un par de semanas hasta un año. Destacan los diseños geométricos, los de flores y animales.
Hay kunas vendiendo molas en el Paseo Esteban Huertas y en la Plaza de Francia dentro del Casco Antiguo. Generalmente, no se dejan fotografiar. Sin embargo, Hilda Granados no sólo nos regaló su sonrisa sino hasta una hermosa leyenda panameña al no decidir qué mola comprar.
"Lleva la de la mariposa porque cuando una anda revoloteando por tu casa significa que tendrás suerte, recibirás buenas noticias o amigos o familiares te visitarán".
EN LA MIRA DEL MUNDO
Este país cada vez imanta a más viajeros. Nuestra recomendación
es llegar al Casco Antiguo, Patrimonio de la Humanidad desde 1997.
EL DOMINGO QUE SE NIEGA A MORIR
Apenas son las diez de la mañana y una ola de calor ya abrasa al Casco Antiguo. ¿Por dónde empezar a recorrer un barrio que sacude y seduce a cada esquina? Quizá por su corazón, donde está la Plaza de la Catedral.
A un costado de su quiosco aparece en escena Isidra Barría, estudiante de Turismo que trabaja para la Oficina del Casco Antiguo y sonriente ofrece darnos una visita guiada y gratuita.
"Les puedo dar el Recorrido de la nacionalidad, el religioso o el de la vida cotidiana", ofrece.
No importa la elección. A sus 21 años, Isidra ya domina un coctel en el que mezcla lo mejor de cada ruta.
Aceptada la oferta empieza por mostrarnos los edificios que rodean a la también llamada Plaza de la Independencia: el Palacio Municipal, que actualmente acoge al Museo de Historia Panameña; el Palacio Arzobispal, ahora Oficina de Servicio de Protección Institucional; el Hotel Central, que fue uno de los más lujosos de las Américas; el Museo del Canal, mejor ejemplo de estilo francés del casco; y la Catedral Metropolitana, en la que destacan dos puntiagudas torres a las que les incrustaron conchas de madreperla para que funcionaran como faros en otras épocas.
Al salir de esta última bajamos los siete escalones que representan los siete pecados capitales. Nos detenemos un instante tan sólo para mirar a un hombre que está a punto de entrar. No nos dice su nombre, pero se acomoda el sombrero y mira a la cámara con cariño y dignidad. Él podría ser el modelo perfecto de la típica postal panameña que se vende en los aeropuertos, pero no, sólo es un orgulloso san felipeño.
Apresuramos el paso por la Avenida Central para luego doblar por la Calle 9 hasta llegar a la Plaza Herrera donde aún se conservan vestigios de las antiguas murallas que protegían la ciudad. También destaca la Casa Boyacá, ahora restaurada presume su original forma de quilla de barco y es ocupada por residentes de la tercera edad.
Estamos en los límites de la zona segura. Incluso los lugareños alertan a los visitantes de no rebasar la Calle 9 pues la cosa puede ponerse tensa.
"El casco es seguro, peligroso es el barrio vecino, El Chorrillo, y no vamos a ir para allá", comenta Isidra.
Así que vamos de vuelta por la Avenida A rumbo a la Bahía de Panamá. El morbo nos invade al husmear por puertas entreabiertas y balcones que poco dejan a la imaginación. Por ambos escapan los aromas de arroz con coco, yuca, patacones fritos y hasta el olor a ropa recién lavada.
Al pasar entre las Calles 8 y 9 nos perturban las campanadas de la Iglesia de San José que llaman a misa. Apenas si tenemos tiempo de asomarnos a ver el imponente altar de oro que, cuenta la leyenda, fue lo único que no se llevó el pirata Morgan cuando se dedicó a saquear el Panamá Viejo. Y es que un astuto cura lo mandó pintar con brea negra para hacerlo menos ostentoso.
Casi al llegar a la Calle 7 las ruinas de la iglesia y el convento de Santo Domingo nos dejan sin aliento. Dicen que su famoso Arco Chato se utilizó para probar la estabilidad del suelo y convencer así a los norteamericanos de construir el canal en Panamá y no en Nicaragua.
Los datos históricos son aderezados con los cables que cuelgan de viejos postes, con un trío de niños ataviados con jeans amarillos, rojos, verdes chillantes y con esas señoritas que salen a pasear con todo y sus tubos porque... por qué habrían de gastar en la estética si ellas mismas pueden enroscarse el cabello.
Isidra cuenta que algunos viajeros le han dicho que el casco les recuerda a una esquina de Nueva Orleans, a La Habana Vieja o a Cartagena. Para ella es un barrio donde se respira un ambiente de esperanza y nada más.
Hay que avanzar más rápido pues el sol ya tatema los pies y la cabeza. Doblamos por la calle primera para ir al Paseo de las Bóvedas que fueron usadas como celdas y guardan historias de prisioneros que eran encadenados cuando bajaba la marea y esperaban la muerte con la pleamar.
Hoy el sitio alberga una galería de arte y un restaurante gourmet. Por ahí está la Embajada y la Plaza de Francia con su gran obelisco coronado con el gallo francés y rodeado de bustos que conmemoran la memoria los ingenieros e inversionistas franceses que intentaron fallidamente antes que los norteamericanos construir el canal.
Aquí es donde más se ve la oleada de turistas que llegan a visitar a don Julio Enríquez Mendoza, "El Talentoso", ¿será que así le llaman por preparar los mejores raspados bañados con miel?
A lo largo del malecón hay artistas callejeros y novios que se comen a besos mientras observan a lo lejos el Puente de las Américas.
Sólo hay que tener presente una cosa: no caminar por ahí cuando el sol está en pleno, la ropa se pega al cuerpo y las suelas se derriten sobre el pavimento.
Afortunadamente el malecón desemboca en el Paseo Esteban Huerta, cubierto por un fresco enramado de bugambilias. Ahí están las kunas bordando y vendiendo sus molas. Desde aquí se obtiene la mejor vista del Panamá de los rascacielos.
La siguiente parada es en el Antiguo Club Unión, antes club social privado y hace poco set cinematográfico de películas como 007: Quantum, de la saga de James Bond. Hoy lo están remodelando y dicen que será un hotel de cinco estrellas.
Antes de dejarnos en el mercadito de pulgas, Isidra nos señala la casa del gran salsero Rubén Blades e indica que todavía nos falta por ver el Teatro Nacional, el Convento y la Iglesia de San Francisco, el Palacio de la Presidencia y de las Garzas.y mucho más.
Nos despedimos de Isidra en la Plaza Bolívar. Ahora un ceviche, una cerveza Atlas y Matt Landau son nuestra compañía.
Este último es un joven empresario que venía sólo de visita al casco y ahora tiene un hotel boutique que complace a viajeros exigentes que buscan lo auténtico, lo diferente.
Nos invita a su hogar y de camino constatamos cómo se ha hecho uno más del barrio, lo mismo lo saludan los chinos propietarios de las tienditas de abarrotes que los dueños de una heladería artesanal.
Su exquisito departamento con losetas que dan envidia contrasta con la pared descarapelada del edificio de enfrente. Cruzamos la calle y damos fe de un juego de bingo entre vecinos, mientras vemos cómo entre risas y paredes ajadas se apaga esta cálida, eterna e inolvidable tarde de domingo.
LLEGARON PARA QUEDARSE
Ellos son jóvenes, extranjeros, emprendedores y aman al "cascou". Aquí te comparten sus rincones favoritos, pero ¡shhhh!, no se lo digas a nadie:
MATT LANDAU, 27 AÑOS. Llegó desde Maryland, EU. Es dueño del hotel boutique Los Cuatro Tulipanes. Piensa que "los viajeros sofisticados de hoy quieren algo más auténtico y personal, como convivir y ver cómo vive un local". Su gran amor es la playita que está al final de la Calle 4.
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ, 24 AÑOS. Vino desde Barquisimento, Venezuela. Es socio del restaurante Cedros y del Tequila Bar. Lo atrajo "el boom de inversión que experimenta Panamá"... Su rincón predilecto es el muelle al final de la Calle 4.
CARLOS SPAGNOLO, 25 AÑOS. Estudió gastronomía y se queda con el mirador frente al Teatro Nacional.
LORENZO SPAGNOLO, 27 AÑOS, es ingeniero y amante de la Plaza Herrera. Ambos son venezolanos, hermanos y socios del Tequila Bar y el restaurante Cedros. Piensan que el casco es el mejor sitio para conocer la historia panameña.
GUÍA PRÁCTICA
CÓMO LLEGAR
Copa Airlines tiene vuelos diarios desde la Ciudad de México hasta la Ciudad de Panamá. También Avianca ofrece frecuencias. Conviene tomar un taxi desde el Aeropuerto Internacional de Tocumén hasta el Casco Viejo.
DÓNDE DORMIR
Los Cuatro Tulipanes. Hotel Boutique. También ofrece renta de departamentos amueblados con servicio doméstico, de cocina, cable y la oportunidad de vivir como un local en un edificio remozado.
The Canal House. Una mansión restaurada y convertida en rincón íntimo. Equilibrio perfecto entre placer y negocios.
DÓNDE COMER
Las Bóvedas. Especializado en comida francesa.
Ciao Pescao. Los mejores ceviches del casco.
Tequila Bar. La mejor comida Tex mex de la zona.
Cedros. Antipastos, cortes de carne, pizzas, hamburguesas y cervezas.
Mostaza. Nada más con ver su fachada todo se antoja.
Ego y Narciso. Para una cena romántica o entre amigos.
Manolo Caracol. Una procesión de platillos servidos en bandeja común para la mesa, según la oferta del huerto y el mar.
QUÉ PROBAR
Corvina, yuca, patacones (plátanos verdes, aplanados y fritos), arroz con coco. Las cervezas: Balboa, Atlas y Panamá. Y los helados y sorbetes artesanales de Granclement.
QUÉ COMPRAR
Productos eco amigables en Papiro y yo. Arte decorativo en Entre Pulgas y chucherías en el mercado de pulgas. Discografía de Rubén Blades e imprescindibles son las hermosas y laboriosísimas molas.
CUÁNDO IR
Lo antes posible antes de que estén remozados todos los edificios. El gran encanto está en el contraste de lo viejo y lo remodelado. Además, el Festival de Jazz se celebra en enero y cada vez es más famoso.
PARA SABER
Los guías de la Oficina del Casco Antiguo no cobran por las visitas guiadas pero, además de las gracias y una sonrisa, merecen un pago por su sabiduría turística. Conviene llevar efectivo, hay muy pocos cajeros.
MONEDA
Balboa y dólar norteamericano
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