Redescubrir el mundo con ojos infantiles, como si fuera de nuevo la primera vez, puede arrojar resultados tan insospechados como refrescantes y reveladores.
Detenerse y disfrutar la cálida caricia del sol. Respirar y llenarse los pulmones de aire puro. Observar y sentir lo que te rodea en este momento.
Escuchar el canto de los pájaros. Jugar y compartir descubrimientos con tus hijos. Mirar a tu pareja a los ojos y después cerrarlos.
Abrazar a un amigo… Son pequeños gestos, cosas muy sencillas, que nos reconectan con nuestro ser interior y nos ayudan a sentirnos muy bien. Pero se nos olvidan, porque no podemos parar. Vivimos intentando cumplir a toda prisa una interminable lista de “hay que”: hay que comprar, salir, llegar, pagar, entrenar, hacer, solucionar… “Vivimos en una sociedad en la que está todo muy automatizado, cuadriculado y predomina lo mental.
Nos hemos olvidado de nuestro cuerpo, sus movimientos y cinco sentidos. Nos hemos olvidado de tocar y tocarnos, de sentir, de ver y escuchar al otro, de paladear no solo las comidas sino la vida misma”, señala la terapeuta Rocío Alba Peña, especializada en educación infantil y las llamadas técnicas de “reconexión con el niño interior”.
“Ello sucede porque estamos tan volcados en la acción, en hacer, que se nos olvida el ser, el cual tiene más que ver con los sentidos. Al despertarlos experimentamos una toma de conciencia que nos enseña a estar presentes y atentos, a observar y percibir, sentir y estimular, dar y recibir”, explica esta experta y directora del Centro Shana. “La gente corre de aquí para allá, vive de prisa, se mantiene en una lucha continua, intenta alcanzar algo que a veces ni siquiera sabe qué es, huye del ahora.
Vive muy volcada hacia fuera, hacia la conquista, lo cual solo es gratificante hasta cierto punto”, dice. La contaminación urbana –atmosférica, acústica, visual– así como los compuestos químicos presentes en la alimentación y los productos de higiene y cosmética corporal también contribuyen en alguna medida a atrofiar los sentidos y volverlos insensibles.
ABRIRSE AL MUNDO
Es por ello que necesitamos despertar nuestros sentidos, reaprender nuestra parte sensitiva y comunicarnos mediante ella, volver a conectar con nuestro cuerpo. Los sentidos y movimientos corporales son un buen camino para reaprender a ser y estar, porque ayudan a reconectar nuestra mente, a la cual valoramos mucho hasta identificamos con ella, con nuestro cuerpo, al cual tenemos anulado y poco en cuenta.
Así, un simple paseo por el campo, el mar, la montaña o por un parque próximo a casa, puede transformarse en toda una aventura y experiencia de descubrimiento, si se realiza con los cinco sentidos y prestando atención a cada lugar e instante. Simplemente, hay que darse la libertad para explorar y descubrir el ambiente natural, y distintas cosas que huelan, tengan sabor o hagan ruido, y abrirse a sus estímulos.
“Se exploran las distintas posibilidades de cualquier elemento, por ejemplo, una hoja, la cual se puede ver, tocar, oler, oír, saborear, mover… Algo similar a lo que hacen los niños que perciben con todos sus sentidos cada cosa que cogen y le sacan toda la utilidad e información”, señala la experta.
También podemos despertar nuestra parte sensitiva en nuestro “día a día”, en nuestras actividades más cotidianas. Dedicar unos minutos cada jornada a experimentar con estímulos nuevos o desconocidos, decretar cada semana un “día del sentido” (centrándose en despertar cada vez uno de ellos), o programar “un fin de semana, vacaciones o excursión sensitiva” para compartirlo con la pareja, son algunas opciones.
“Uno también puede proponerse vivir las experiencias que le vayan surgiendo -visitar un lugar, encontrarte o compartir una cena- con todos los sentidos, poniéndole conciencia, presencia y observación, como hacen los niños, en vez de hacerlo de forma automática y distraída, como acostumbran habitualmente las personas adultas”, sugiere Rocío Alba.
Una de las claves para despertar “el niño interior” consiste en cultivar la denominada “mentalidad del principiante”. Con demasiada frecuencia permitimos que nuestros pensamientos y creencias sobre lo que “sabemos”, nos impidan “ver las cosas como son”.
En cambio, una mente de principiante abierta, nos permite mostrarnos receptivos a nuevas potencialidades y nos evita atascarnos en el surco de nuestra propia pericia que frecuentemente cree que sabe más de lo que sabe. Lo cierto es que ningún momento es igual a otro. Cada uno de ellos es único y posee posibilidades únicas. El río en que nos bañamos nunca es el mismo.
“Los niños lo saben, pero los adultos lo olvidan”, señala la experta, quien propone dotarse de nuevos ojos, de ojos infantiles, para redescubrir el mundo. Para conseguirlo, pruebe esta experiencia: ¿Puede ver el cielo, los árboles, el agua y las rocas como son en este preciso momento y con una mente limpia y ordenada, o solo puede verlos a través del velo de sus propias ideas y opiniones preconcebidas? Es bueno tener ojos y sentidos “nuevos” constantemente, en vez de ver al mundo y a los demás con las gafas de los prejuicios y memorias.
sábado, 5 de diciembre de 2009
Para crecer más, ¡aprenda de los niños!
Aunque parezca contradictorio, para ser adultos felices y plenos a veces conviene recuperar a aquel niño inocente que todos seguimos llevando dentro, aunque permanezca silenciado u olvidado.
Danny
Author & Editor
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1:10:00 p. m.
Bebes
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