El problema se agrava con el paso de los años, especialmente en mujeres posmenopáusicas cuando se reducen los niveles de estrógeno. Por el contrario, los huesos del cráneo que no sufren las presiones del movimiento son, particularmente, resistentes a las fracturas.
Para determinar el origen de esas diferencias, científicos de la Universidad de Londres analizaron los huesos de roedores correspondientes tanto a las extremidades como al cráneo. Además, realizaron un detallado estudio genético de ambos tipos de células óseas.
Según explicaron en el informe sobre su investigación, cerca de un 4% del genoma mostró actividades diferentes en las células. También descubrieron que el tratamiento con estrógeno tenía un mayor efecto en las células óseas de las extremidades.
Las diferencias son tan grandes que es posible que aparezcan en las primeras etapas de la vida, probablemente cuando los huesos se comienzan a formar en el vientre de la madre, señalaron.
Según Simon Rawlinson, profesor de biología de la Universidad de Londres, esta investigación “es prometedora, porque nos revela por qué los huesos del cráneo se mantienen fuertes pese al paso de los años en comparación con los de brazos y piernas”.
“Ahora comprendemos mejor el fenómeno y también comprendemos mejor la osteoporosis y, con ello, se han abierto nuevos frentes en la investigación en busca de un tratamiento o prevención de la enfermedad”, indicó.
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